Mientras el gobernante Partido de la Alianza había abandonado definitivamente las promesas electorales, cargando sobre sus hombros la derrota legislativa a manos del justicialismo el 14 de Octubre de 2001, más el escándalo de los sobornos pagados en el senado por la reforma laboral, que motivaran la renuncia del Vicepresidente Álvarez en el mes de Octubre de 2000, al amparo de una feroz represión en todo el país, pudo concebirse el “corralito” de Cavallo de fines del 2001, confiscándose los ahorros de los pequeños ahorristas a favor de la banca privada, en su mayoría filiales de empresas extranjeras que habían remitido la mayoría de sus fondos al exterior.
Así fue decantándose el acabose que devino con la reacción de ahorristas estafados y los saqueos populares a supermercados y negocios minoristas, dando lugar al decreto de Estado de Sitio y una feroz represión policial entre los días 19 y 20 de Diciembre de 2001, con el luctuoso saldo de 38 muertos en todo el país.
En Paraná, serían asesinados el 20 de Diciembre, Romina Iturain de 15 años de edad, cuando se encontraba sentada en el patio de su casa, por un disparo a larga distancia efectuado por guardias privados y policías desde los techos del Supermercado Walt Mart; José Daniel Rodríguez en las inmediaciones del mismo supermercado; y Rosa Eloísa Paniagua de 13 años en la pista de atletismo del Parque Berduc de Calles Salta y San Lorenzo, cuando junto a un grupo de niños era perseguida desde el supermercado Norte de Calle San Juan y Victoria por una patrulla policial. En la ocasión, los directivos de Walt Mart habían hecho entrega de municiones de guerra a guardias y policías. Ninguna medida efectiva adoptó el gobierno y la jefatura de policía, para esclarecer estos aberrantes hechos. Por el contrario, en un gesto de extrema soberbia y arrogancia, el Gobernador Sergio Alberto Montiel y su Ministro de Gobierno Enrique Carbó, responsables de las órdenes impartidas al Jefe de Policía Comisario Victoriano Ojeda, se pasearon tomados del brazo junto a sus adláteres por Calle Laprida, desde la Casa del Partido Radical de Calle San Martín hasta la Casa de Gobierno, en medio de sorprendidos vecinos aún impactados por los sangrientos sucesos. Como el hilo se corta por lo más delgado, solo el cabo Silvio Martínez, presunto autor del disparo a Rosa Paniagua, fue el único detenido esa misma tarde y pasado a disponibilidad, para luego ser condenado a la pena de 10 años de cárcel por el delito de homicidio simple con dolo eventual. Los autores ideológicos de la sangrienta represión, no fueron siquiera llamados a declarar en tribunales.
En Buenos Aires, en medio de la renuncia del Ministro de Economía Domingo Cavallo y de calles que desbordadas por una ola de saqueos a supermercados y establecimientos comerciales, la respuesta del Presidente De la Rúa fue decretar, el 19 de Diciembre de 2001, el Estado de Sitio en todo el país por el término de 30 días, leyendo por cadena nacional el decreto 1678 que lo implementaba. En vez de calmar los ánimos, lo que consiguió fue enardecer la protesta popular en la que se mezclaban reclamos de personas de escasos recursos que no tenían para comer, con los de ahorristas de clase media que habían sido despojados del esfuerzo de años de trabajo a través del corralito de Domingo Cavallo. El pueblo auto convocado se agolpaba en esquinas y plazas en un “cacerolazo” generalizado reclamando la renuncia del gobierno, mientras sindicatos y agrupaciones sociales convocaban a paros y movilizaciones en todo el país. El propio partido del Presidente, la UCR, comenzó a restarle apoyo político, quedando un minoritario sector de correligionarios que intentaban salvar la caída del gobierno a través de un entendimiento con el Partido Justicialista, cuyos dirigentes se mostraron renuentes a ello.
Ante el fárrago de los acontecimientos, su propia impericia y la de sus colaboradores en revertir el rumbo de los acontecimientos, De la Rúa presenta la renuncia al parlamento el 20 de Diciembre a las 19,45 hs., cuando aún no había cumplido con la mitad del mandato presidencial. Ante la enfurecida multitud que en Plaza de Mayo pedía “que se vayan todos”, se retiró en helicóptero desde los techos de la Casa de Gobierno. El ex presidente debería luego soportar el juicio de la historia y los tribunales. Sin embargo los demás, “esos todos” que referían las voces a coro de la multitud, darían “una vuelta” por la transitoria calma de fin de año, para volver “aggiornados” luego de las obligadas vacaciones administrativas, lanzando a diestra y siniestra planes sociales que los salvaran del escarnio popular.
Por Horacio Blanc