«En respuesta a semejante Lío»

Brujula

“…Entonces / llegó un crítico mudo, / y otro lleno de lenguas……” (Neruda). Por Horacio Blanc

Lionel Andrés Messi nació el 24/6/1987, en un barrio del sur de Rosario. Hijo de obrero fabril y empleada en servicios domiciliarios, tuvo una niñez asociada a la práctica del fútbol en el equipo barrial dirigido por Jorge Messi, su padre. A los 7 años, Newell’s Old Boys lo incorpora a sus divisiones inferiores, donde se destaca por su velocidad y talento en el manejo de la pelota. A los 11 años, cuando su juego trascendía el ámbito “leproso” del Parque Independencia, River Plate le echó el ojo. Sin embargo, tanto a sus padres como a dirigentes ñulistas y riverplatenses, les preocupaba un cuerpo y estatura que parecían detenidos en el tiempo, en total asimetría con el cada vez mayor volumen de juego del pequeño crack. Los dictámenes médicos no dejaron dudas. Lío tenía un déficit hormonal de crecimiento, que debía ser cubierto con dosis diaria de somatotropina sintética: alrededor de 1.000 dólares mensuales. Con un país en el umbral de la peor crisis social, política y económica de los últimos cien años, los dos clubes argentinos no pudieron o no quisieron asumir los costos del tratamiento. Sus padres deciden llevarlo a probar al F.C. Barcelona, que lo fichó al toque de sus primeras gambetas, incorporándolo al plantel de su fábrica de talentos “La Masía”, con sueldo, educación y tratamiento médico, costeando el traslado y residencia del grupo familiar a la ciudad de los Barça. Con un proceso de desarrollo corporal en simetría a su natural habilidad para el juego, Lío iría construyendo su propia identidad en sociedad con la pelota. Largo sería enumerar en esta nota, las conquistas logradas con el club catalán y nuestra criolla selección, como amateur o como profesional desde antes de cumplir 16 años. No jugó en la selección española “por un pelito”, ya que anoticiada de su convocatoria, la AFA lo llama a integrar la Selección Argentina para un amistoso armado de apuros contra Paraguay. Ante la opción, Lío no dudó en elegir jugar por su país, cerrando cualquier instancia futura en la Selección de España (reglas de FIFA). Además de integrar la lista de sus personajes del año, la revista yanqui “Time” lo puso en tapa bajo el título “King Leo” (Rey Leo), preguntándose: “¿por qué el mejor futbolista de todos los tiempos, no termina de ser bienvenido en su país?”. Ensayo una respuesta a esta rémora de no ser profeta en su tierra, con que lo estigmatiza “for export” un sector del periodismo deportivo argentino, que se autogestiona como árbitro de los gustos de la mayoría. Las últimas encuestas revelan lo apócrifo de la crítica: un 85% de los argentinos consultados expresan su adhesión a este consagrado jugador argentino de solo ¡24 años!, despreciando opiniones sustentadas en argumentos extradeportivos: apatía, introversión, falta de compromiso, y otras tantas estupideces al cubo que ni ameritan comentarios. Seguramente el interrogante de la “Time”, haya sido inducido por este grupúsculo mediático, que mezcla horas y horas de comentarios deportivos con puteríos de vestíbulo. Emulado el reñidero del conventillo faradulesco, se constituyen, por sí, en tribunales de sabihondos que hablan de todo un poco, sin saber de nada un todo. Hay que tener aguante para no poner la TV en “mute”, cuando reiteradamente confunden jugadores y jugadas. Uno de esos programas (vaya ironía) que dícese avocado al estudio del fútbol, tras extenuante análisis concluye lapidariamente: “Messi está condenado a no rendir en la Selección Argentina, porque es una estrella global” (sic). Recuerdo haber escuchado idioteces similares, cuando en amistosos previos al Mundial de Méjico 1986, se invocaba a “la gente” para pedir el reemplazo de Maradona, con el argumento que había fracasado en la selección. No resulta extraño entonces, que hoy como ayer, llenen programas vendiendo empates y derrotas como una tragedia nacional. Que hicieran lobby para la convocatoria del travieso reaggetonero “Carlito” Tévez, alabando su ímpetu y coraje para encarar rivales, aún cuando terminase enredado en su propia telaraña de amagues, chocando siempre contra el adversario. Que prestos a encubrir errores analíticos, luego de pifiar poniendo a fulano en lugar de mengano, sacando a sultano por perengano, tengan a mano escudarse en el eterno falsario “lo pidió la gente”. En fin, miserias de perorata interesada, que pasa sin registrar la opinión real de esa misma gente, cansada de ser utilizada como cómplice de sus excusas. Un mínimo respeto a la profesión periodística, los llevaría a descubrir que existe una mayoría harta de responder por ese discurso hipócrita, que incentiva disputas mediáticas para justificar la vigencia de espacios en radio y televisión. Retornando al interrogante de la Time, vale recordar que estos medios no expresan la opinión de la gente real, no ficta, reflejada en el 85% de las encuestas. Que la abrumadora mayoría de los habitantes de este argentino país, futboleros o no, se deleitan por TV cada vez que juega este joven serio y parco; definido por sus colegas del Barça como un “jugador de play station”. Que los argentinos no conciben, sin Lío, tan siquiera un amistoso de la selección. Que no les interesa su vida privada, ni lo que hace con ella. Que desean verlo jugar con la gloriosa albiceleste; el diez en la espalda y en el brazo la cinta de capitán. Que toda esa inmensa mayoría de “gente real”, sin prensa e indiferente a la vulgaridad del chisme, respeta y quiere a Lío Messi tal cual es, cuando juega o habla por sus silencios. ¿Está claro Mrs. Time?

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