La crisis que siempre nos distancia

Brujula

De manera cíclica, visible, palpable y con enormes secuelas, cada diez años los argentinos vivimos situaciones de caos, violencia, desesperación, devaluación, tristeza y angustias producto de modelos económicos repetidos por parte de los gobiernos.
En el marco de los 30 años de la llegada de la democracia, nuestro país vuelve a sufrir los inicios del quiebre de un sistema de gobierno que ya está agotado y que simplemente está haciendo tiempo para dar su cierre.
Lamentablemente, como en todo enfrentamiento se contabilizan victimas en diferentes provincias. La decisión de la cúpula de las fuerzas de seguridad de reclamar en las calles el aumento salarial, trajeron como consecuencia un enfrentamiento entre ciudadanos laburantes con delincuentes armados.
De acuerdo a lo expresado desde las áreas gubernamentales, la policía no puede realizar cortes en sus servicios ni dejar liberado ningún sector social, tal como lo determina su profesión. Pero luego de los problemas internos entre la policía cordobesa, el gobierno provincial debido a la exposición pública sobre las negociaciones con el narcotráfico y la complicidad en redes de trata, el “parate” policial se hizo sentir en 18 provincias del país.
La única red que desde el inicio del conflicto informó a los ciudadanos fue facebook, lugar donde los delincuentes pactaron sus encuentros, expusieron los motines y los elementos saqueados en los distintos comercios del país.
Los medios de comunicación oficialistas justificaron los hechos y culpabilizaron a personas de coartar y amenazar la sociedad nacional.
La inflación, el descontrol de los gastos gubernamentales, el gasto público, los salarios desactualizados y el trabajador cotidiano, son postales repetidas en la historia argentina.
En treinta años, aun no hemos entendido que estas crisis son propias de cada ciclo que se acaba y que la violencia no nos lleva más que a más violencia…
Encender el televisor en los últimos 7 días, ha sido ver en vivo y en directo como el mismo pueblo se golpea entre si, se falta el respeto, se arrebatan los sueños, los proyectos y la vida.
Seguimos dentro de un modelo de gobierno que intenta parecerse a otros de Latinoamérica donde se marcan cada vez mas dos polos sociales: los que tienen y los que no.
Parecernos a Venezuela, Colombia o Ecuador no es orgullo ni futuro augurioso para nadie. Y hacia ello nos están dirigiendo.
Medios de comunicación comprados, falta total a la realidad social, inseguridad, desigualdad, narcotráfico, inflación, limitación en las importaciones, productos populares y enriquecimiento ilícito, son algunas de las características propias de estos estados amigos de nuestra presidenta.
En medio de tanta locura corremos el riesgo de perder nuestras fuentes de recursos naturales y de volvernos meras colonias de países desarrollados que nos miran con hambre.
Es doloroso encontrarse en estas épocas con un país dividido entre los propios trabajadores diarios que somos lo que movemos los engranajes de la economía. Mientras sectores cada vez mas grandes gozan de beneficios y planes sociales, los comerciantes, empleados y prestadores de servicios seguimos trabajando día a día para llevar dignamente el pan a cada hogar y no ser perseguido por las entidades reguladoras.
Tristísimo ver la situación de enfrentamiento en Tucumán, donde la policía agredió a los vecinos que encabezaron un cacerolazo en reclamo de seguridad, cuando horas antes, los mismos funcionarios miraban cara a cara a cada uno de los delincuentes que vaciaban y destrozaban los esfuerzos de pequeños y medianos comerciantes…
El escritor Miguel Hernández decía “Tristes guerras si no es amor la empresa. Tristes. Tristes. Tristes armas si no son las palabras. Tristes. Tristes. Tristes hombres si no mueren de amores. Tristes. Tristes..” y que triste es ver esto en mi país.
Será importante que los que nos gobiernen bajen la mirada hacia el interior de los hogares de cada empleado y acepten que la inflación no nos deja vivir sin pensar en que comer mañana y que se valore el tiempo que cada uno destina a su función. Partiendo de ahí, del respeto al otro podremos seguir construyendo un país con familias dignas y un fututo mejor del que por estos tiempos, se avisora. Ojalá, Dios nos ayude.

 Sonia Maidana

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